Conferència: La concepción de la ciudadania en la sociedad actual

Conferenciant: Sra. Adela Cortina, catedràtica d'Ètica i Filosofia Política de la Universitat de València
Data: 14 de gener de 1999
Lloc: Casal Pere Quart

Parla el presentador

Bona tarda.

Benvinguts a aquesta última sessió de les conferències que s’han realitzat dins aquesta primera fase del Projecte Educatiu de Sabadell. Sabeu que aquesta conferència d’avui estava programada pel mes de novembre, però per raons d’agendes i de calendaris la vam aplaçar pel dia d’avui.

En qualsevol cas, el tema era prou important com perquè, independentment de la ubicació en el calendari, el contingut continués tenint la seva vigència en el procés de discussió que estem fent en el propi projecte. També sabeu que els grups que estem discutint, sempre tenim la idea i la voluntat clara d’entendre l’educació com un element important, un element clau i definitori en la nostra pròpia ciutat. Sobretot tenint en compte que cada vegada més, i això ho hem anat discutint i debatent, el concepte d’ educació té més repercussions més enllà del sistema educatiu. Està clar que quan parlem d’educació, com deia el Sr. Ziguan, es fonamentalment sobre uns determinats valors. Abans de poder educar, hem de poder treballar amb valors.

Un dels valors que en el nostre marc de la ciutat ens sembla que val la pena que revisem és el de la ciutadania. A nosaltres moltes vegades ens agrada declarar-nos hereus dels valors que va proclamar la Revolució Francesa: llibertat, igualtat, fraternitat. I ens sentim, d’alguna manera, hereus d’aquests valors, i sobre ells continuem construint ciutat i educant els joves i entre nosaltres mateixos. De tota manera, tal i com està evolucionant la societat i els sectors econòmics, polítics i culturals ens sembla important revisar el valor de la ciutadania i revisar-lo amb conceptes actuals. Qui millor per fer-ho que la professora Adela Cortina, que és catedràtica d’ètica i filosofia política de la Universitat de València; directora de la Fundació Nor -fundació per la ètica dels negocis i les organitzacions-; és membre del Comitè Ètic de l’Hospital Clínic de la Universitat de València; ha fet diverses publicacions, algunes són textos per batxillerat i ensenyament secundari -manuals de filosofia i d’ètica- i també publicacions de divulgació com Ètica mínima, Ètica sense moral, Ètica aplicada i democràcia radical, Ètica de l’empresa, Ètica de la societat civil, Ciudadanos del mundo hacia una teoria de la ciudadanía, Un pueblo de demonios: ética pública y sociedad.

Tot aquest currículum, més el seguiment que podem fer de les seves col·laboracions en mitjans periodístics nacionals, ens sembla prou important, com per aprendre molt d’ella, de tot allò que ens pot explicar sobre el concepte de ciutadania en la societat actual.

Per tant, passo la paraula a la Sra. Adela Cortina.

Parla la Sra. Adela Cortina

Muchas gracias por la invitación de estar esta noche aquí en Sabadell, al Ayuntamiento de Sabadell y a la Concejalía de Cultura. Ha sido un gusto venir por aquí andando; no había estado nunca en Sabadell y he disfrutado viendo la ciudad y luego oyendo todo lo que me han contado de que es una ciudadanía sumamente activa. Para los que venimos hablando de la ciudadanía últimamente, saber que hay ciudadanos activos siempre es un apoyo para saber que estamos todos en el mismo barco.

A mi me gustó muchísimo la invitación para hablar justamente de la ciudadanía y, ahora mismo, estábamos comentando que parece que hoy en día se da más fuerza a alguien cuando se dice que es cliente que cuando se dice que es ciudadano. A mi me gustaría empezar diciendo que lo más importante que puede haber en una comunidad política es ciudadanos y no clientes. Y lo más importante que puede haber en una escuela es alumnos y no clientes. Y lo más importante que puede haber en un hospital es pacientes y no clientes.

No dejemos que el economicismo y el neoliberalismo se nos metan hasta las entrañas, de tal manera que nos parezca que lo más importante que pueda ser un ser humano es cliente, y más si va a exigir algún derecho. Parece que solo si es cliente hay que atenderle. Pues no. En una comunidad política lo más importante es ser ciudadano, en un hospital ser paciente y en una escuela ser alumno. Y en general lo más importante es ser persona, o así debería ser, para que le hagan caso.

Entonces vamos a hablar de la ciudadanía que en principio es, como saben todos los presentes, una noción de las más antiguas, sobre todo en la historia de occidente. Pero hoy en día está de actualidad, no de moda. La moda, como saben, es algo muy pasajero que de pronto sale en los medios de comunicación, se pone en primera plana, dura una temporada y después se deja de hablar de ello y ya no se vuelve a hablar más. La ciudadanía no está de moda sino de actualidad. Estar de actualidad quiere decir que algo pertenece a lo más importante de los seres humanos y en algún momento, por las razones que sea, se le da y se le presta una atención especial, luego se le silencia un poco, se le vuelve a prestar atención, etc. Pero es algo fundamental en los seres humanos y por esto siempre es algo que está ahí.

La ciudadanía hoy está de actualidad, pero es un componente fundamental de la vida de los seres humanos. Ya saben que data, por los menos, de hace unos 24 o 25 siglos y, en definitiva, se entendía, hace unos 25 siglos que el ciudadano es aquel que participa en una comunidad política. Sin embargo la noción de ciudadanía tiene una larga historia y a mi me gustaría referirme fundamentalmente a la noción de ciudadanía en la sociedad actual, porque es sobre lo que me habían invitado a hablar.

En principio, que es un ciudadano? Un ciudadano es el que no es súbdito. Y esto es muy importante porque a no ser súbdito se aprende. Hay mucho súbdito en este mundo, no solamente en el terreno político, sino en muchos. No ser súbdito, sino protagonista de la propia vida es algo muy difícil. Luego hablaremos de los valores centrales de la ciudadanía y como uno de ellos es la libertad, entendida como autonomía, y como es muy difícil ser autónomo.

El ciudadano es el que no es súbdito, el que no se deja dirigir por otros, el que quiere hacer su propia vida y no deja que le manden. Es la persona autónoma en la comunidad política, el que sabe que en realidad, por encima de él, no hay nadie porque la soberanía reside en los ciudadanos y en el pueblo, y por lo tanto él tiene que ser el protagonista de su propia vida. El ciudadano no es súbdito, sabe que es protagonista y que tiene que ser protagonista de su vida y no dejar que otros le dirijan.

Eso es muy difícil conseguirlo, no sólo en el terreno político, sino porque eso pide todo un cambio de mentalidad. Si hiciéramos ahora un encuesta veríamos que gente que no es súbdita, que no se deja dirigir por otros, que tiene sus propios juicios y posiciones y por ellas se dirige, a fin de cuentas hay muy poca. Hay más súbditos que otra cosa. El ciudadano, en principio, es el que no es súbdito y eso exige un gran aprendizaje y muchísimo esfuerzo. Pero además el ciudadano no sólo es el que es protagonista de su vida, sino el que sabe que no puede ser más que protagonista con otros.

Hoy en día, yo he empezado a hablar de unas de las corrientes que están presentes en nuestra vida, la corriente neoliberal. Pero otra de las corrientes que están presentes y se nos mete hasta las entrañas es el individualismo. El individualismo es un invento de la modernidad que cada vez va siendo más exhacerbado y llegamos a la conclusión de que somos átomos separados. Cada uno con sus propios deseos que tiene que satisfacer y, aunque puede hacer algo con otros, siempre tiene al individuo como base.

El ciudadano es lo contrario del individualismo. El ciudadano no es súbdito, ni átomo, ni individuo, sino que sabe que solamente puede ser protagonista con otros. No se puede ser protagonista de la vida de la polis, de la vida de la comunidad uno solo. La idea de ciudadanía está llevando en si misma, no sólo que uno es un individuo social, sino que uno es un individuo en comunidad.

Todos los presentes saben que la idea de polis era la idea de comunidad política y social, donde el ciudadano es aquella persona que se sabe individuo en comunidad y, por lo tanto, sabe que tiene que ser protagonista, junto a otros, de ese hacer común. Evidentemente, hoy en día el ser persona en comunidad quiere decir en dos niveles de comunidad, por lo menos. Si hablamos de una comunidad política nos podemos referir a una comunidad autónoma, un estado, la Unión Europea, etc. Todo esto son comunidades que se van ampliando como si fueran muñecas rusos de esas. Pero la verdad es que hoy en día siempre hay un horizonte último: la ciudadanía cosmopolita. Hoy en día no se puede ser un ciudadano cerrado sobre una comunidad, sino que siempre se tiene que tener el horizonte de esa ciudadanía cosmopolita, porque a fin de cuentas somos personas y nada de lo personal nos puede resultar ajeno.

Hoy en día, alguien que sea sólo ciudadano de su comunidad pero no piense en la comunidad cosmopolita, ha perdido la visión moral del mundo y tiene que ponerse de nuevo gafas. Cuando uno es persona se sabe inscrito en una república de personas y por eso hay que jugar a la doble ciudadanía, local y global, y tenerlas presente siempre las dos. Dicho esto, ciudadano es alguien que es ciudadano de su vida política, lo es con otros con los que se sabe coprotagonistas y además, teniendo siempre como referente una comunidad mundial, que es el horizonte último de la ciudadanía.

Entro en un segundo punto que intentaría aclarar un poco, porque hoy en día el concepto de ciudadanía está de actualidad. Yo, efectivamente, he escrito un libro que lleva por título Ciudadanos del mundo hacia una teoría de la ciudadanía. Para quienes sepan algo, mi especialidad es la filosofía moral y política, es decir la ética y filosofía política. En ese campo, en los años 70, el gran tema sobre el que todo el mundo escribía era la justicia. En los años 80 el gran tema fue la comunidad. Y en los años 90 el gran tema es la ciudadanía, porque se entiende que ciudadanía es una síntesis de justicia y comunidad. Me explico porque me parece que sería importante para saber que es una ciudadanía en nuestro momento actual.

En los años 70 las teorías liberales se preocupan por el tema de la justicia, sobre todo desde que John Roles escribió un libro titulado Teoría de la justicia, publicado en 1971. Hoy en día no hay una sola persona que se dedique a filosofía que no hayamos escrito o dicho algo sobre esta teoría. Yo recuerdo que estuve en un tribunal de una tesis doctoral y un miembro del tribunal felicitó al doctorando porque su tesis no era sobre Roles, porque todas las últimas en que había estado todas eran sobre Roles. Efectivamente, en los años 70 publicó esta teoría que ha dado muchísima bibliografía y muchísimo juego. Cual era el sentido de publicar este libro, entre muchísimas otras cosas? Roles se daba cuenta que en una sociedad individualista en la que cada individuo lo único que busca es la satisfacción de sus deseos, es imposible pedirle que se sacrifique para el bien común.

Los años 70 es la época de crisis en las sociedades industriales, empieza la crisis de las sociedades industriales y algunos autores se preguntan porque hay esta crisis. Un de las respuestas es que en una sociedad individualista no hay elementos de cohesión social, no hay nada que una a todos los ciudadanos. Los individuos se saben como átomos y cuando estamos atomizados, lo que no se nos puede pedir jamás es que hagamos un sacrificio para el bien común. Uno, a fin de cuentas, dice: "Si no se satisfacen mis deseos individuales para qué me tengo que sacrificar para una comunidad".

Daniel Bel, en el libro Las contradicciones culturales del capitalismo, se preguntaba como salir de esta situación en qué la gente no está dispuesta a hacer sacrificios para la comunidad o la sociedad en la que vive. La respuesta que daba era doble. Una de ellas era la religión civil y la otra, una idea de justicia. A mi me gustaría que esto lo retuvieran para el diálogo, porque estas cuestiones filosóficas que parece que están en la quinta nube, forman parte de nuestra sociedad.

Hace un momento me decían que si hay un museo importante en Catalunya es el museo del Barça, no? El Barça, de alguna manera, pertenece a la religión civil. Hay que darse cuenta de que está el doble juego. Que quiere decir una religión civil? Son los símbolos de la comunidad, que ahora ya no son símbolos necesariamente religiosos, de una religión trascendente, sino de una religión inmanente. Evidentemente, se pueden coger símbolos de la religión trascendente y llevarlos para la polis; entonces puede ser la Virgen de Montserrat, supongamos. Pero es un tipo de religión civil y hay una serie de símbolos, que son los de la comunidad y crean cohesión entre la gente. Pero si sólo hay religión civil podemos correr el riesgo de que la comunidad sea injusta. Y no hay cosa que genere, entre las personas que forman parte de la comunidad, menos cohesión social, que estar viviendo en una sociedad que es injusta con ellas.

Si yo vivo en una comunidad que es totalmente injusta conmigo, porque no tengo alimento o asistencia sanitaria de calidad, ni educación, ni puedo vivir con la jubilación que recibo, los símbolos no son suficientes, sino que yo, a fin de cuentas, me doy cuenta de que esa sociedad es injusta conmigo y por lo tanto no es la mía.

La idea de aquellas teorías de la justicia era la siguiente: para que una sociedad esté cohesionada es clave que todos sus ciudadanos sepan cual es la noción de justicia de esa sociedad, en que consiste la justicia y que están de acuerdo con ella. Lo que crea más cohesión social es la unión entorno a una idea de justicia en la que estamos todos de acuerdo. Por eso, en los años 70, se elaboran una gran cantidad de teorías de la justicia, todas con el afán de ver qué idea de justicia tenemos en nuestras sociedades.

Yo quiero dar una respuesta ya, por lo menos la mía. Una sociedad es radicalmente injusta si no tiene cubiertos los derechos de sus ciudadanos, por lo menos los de primera, segunda y tercera generación. Supongo que todo el mundo tiene en mente cuales son aquellos derechos, pero los voy a recordar: los derechos civiles y políticos; los derechos económicos, sociales y culturales; el derecho ecológico; si es un pueblo en vías de desarrollo, el derecho al desarrollo de los pueblos, y el derecho a un medioambiente sano. Todos estos son elementos de justicia. Si una persona de una sociedad no ve que esos derechos le son respetados, no se va a sentir ciudadana de esa sociedad. Sencillamente porque para que uno se sienta ciudadano, tiene que ser reconocido también como miembro de esa sociedad. Si yo no tengo asistencia sanitaria, ni trabajo, ni nada, entonces yo soy un ciudadano que no se siente ciudadano porque la sociedad no me está reconociendo como suyo. Siempre tiene que haber el doble juego, para que yo me sienta ciudadana, la comunidad me tiene que hacer sentir ciudadana y, la segunda parte, yo tengo que participar en la comunidad.

En los años 70 se elaboran teorías de la justicia para ver qué es una sociedad justa y cual es el elemento de justicia por debajo del cual no se puede caer sin incurrir bajos mínimos de moralidad.

En los años 80 las teorías de la justicia fueron fundamentalmente liberales y también socialistas. Liberalismo y socialismo son dos posiciones fundamentalmente universalistas, como todos saben, y en los años 80 hay un reacción frente al universalismo. En el terreno de la filosofía, se dice que liberalismo y socialismo son universalistas y no tienen en cuenta que los individuos, a fin de cuentas, no sólo son ciudadanos del mundo, sino de una comunidad concreta, en la que necesitan hechar raíces. En la que nacen, se desarrollan, aprenden, etc. Entonces, en los años 80 el gran tema es el de la comunidad. No sólo hay que hacer un universalismo, sino mantener las raíces en la comunidad concreta en la que se está viviendo, y en la comunidad es fundamental que el individuo se sienta perteneciente. Y perteneciente quiere decir alguien que esté dispuesto a responsabilizarse, también, por la comunidad.

Si en las teorías de la justicia yo he hablado de derechos de primera, segunda y tercera generación, en los años 80 el tema es no sólo derechos, sino también responsabilidades. La persona que se sabe perteneciente a una comunidad, sabe que no sólo es que está allí, y que tiene que reivindicar derechos; porque si todo el mundo reivindica derechos, al final no hay nadie que se responsabilice de proteger los derechos de unos y otros. No hay protección de derechos si no hay asunción de responsabilidades. Y complementar los derechos con las responsabilidades parece que es la tarea de esa década de los 80, en la que se habla del arraigo en una comunidad a la que uno pertenece y por la que uno se hace responsable.

Eso está exigiendo una actividad, una participación, etc. y antes ya lo comentábamos, a fin de cuentas durante demasiado tiempo las asociaciones y los grupos, han sido, en muchas ocasiones, exclusivamente reivindicativas y a veces poco responsabilizadoras. Hay que complementar las dos cosas, no sólo exigir, sino la dimensión de decir que alguien se tendrá que hacer responsable de la comunidad. En muchas ocasiones se piensa que el responsable tiene que ser el cuerpo político, que para eso es el que se dedica a la cosa pública. Hay que ir con cuidado con identificar cosa pública con cosa política. La cosa pública no es sólo cosa de los políticos, sino que sería cosa de todos los ciudadanos y de eso hablaremos después, aunque creo que es claro.

En los años 90, el concepto de ciudadanía sale a la palestra otra vez. Un viejo concepto que tiene siglos de historia y, se dice, es un concepto perfecto para unir las dos ideas. Es necesario, para una comunidad, mantener las ideas de justicia, una justicia que es la que todos comparten, porque esa es la verdadera cohesión social. Pero el ciudadano no es el ciudadano abstracto, sino el ciudadano de un ayuntamiento, región, autonomía o país. El ciudadano está enclavado en algún sitio y eso es lo que une la idea de justicia y la idea de pertenencia. Ésta es la razón por la que hoy en día se habla fundamentalmente de la idea de ciudadanía.

En esta historia que hemos tenido del concepto de ciudadanía, la cuestión es saber como tiene que participar el ciudadano en la comunidad política, una vez visto que la comunidad tiene que ser justa y que el ciudadano tiene que hacerse responsable, también, de que la comunidad sea justa. Los símbolos tienen que ser expresivos de algo, también, de una comunidad cohesionada en la que se tiene en cuenta a todo el mundo.

El símbolo es un poco de ideología y un poco de patraña, también. A mi me llamó la atención, cuando estuve en El Salvador. Era el momento en que había asesinado a Lacuría y a sus compañeros. Yo estuve en la universidad. Ya se había firmado la paz, la gente estaba eufórica, la guerra había sido atroz, y en este momento veías en la televisión, con asombro: No éramos nadie, y ahora tenemos tanta riqueza! Nuestra patria tiene muchísima riqueza! Y la gente, de tanto verlo en la tele, se lo acababa creyendo. Estabas viendo una sociedad totalmente injusta, con unos señores que lo tenían todo y otros absolutamente nada, y entonces se estaba aglutinando a la gente únicamente entorno a la idea de la patria. Oiga, no! Si no hay justicia, entonces el símbolo puede ser una ideología, las dos cosas tienen que estar juntas. El símbolo tiene que ser expresivo de que, efectivamente, todo el mundo está siendo tenido en cuenta y es un ciudadano que está allí dentro.

Como se participa y cual es la idea de ciudadanía? En la tradición occidental, al menos, hay dos maneras de entender la ciudadanía que creo que son las que están vigentes en este momento. Una es la idea liberal de ciudadanía que entiende, sobre todo, al ciudadano como el que tiene derechos en una comunidad y que esos derechos tienen que ser satisfechos. El ciudadano liberal es, sobre todo, el que entiende la ciudadanía de una manera legal. Y entonces, si quieren ponerlo seguido, sería ciudadanía liberal-legal- derechos.

Esta idea de ciudadanía hunde sus raíces nada menos que en el imperio romano. Si recuerdan, una de las grandes obras de los romanos fue el derecho, como todo el mundo sabe. En un imperio enorme, cómo se consiguió controlar quienes eran ciudadanos romanos? Lógicamente en un imperio enorme no se puede decir que el ciudadano es el que participa, porque había ciudadanos en Hispania, Palestina, etc. Como se controla quien es ciudadano romano? Ciudadano romano es el que tiene derecho a ser protegido. Si alguien recuerda los hechos de los apóstoles, en un momento determinado, St. Pablo dice: Yo soy ciudadano romano y a mi nadie me puede cortar la cabeza, aunque haya nacido en Palestina. Entonces el ciudadano es el que puede apelar al Cesar y éste tiene que protegerle, porque él tiene derechos. La clave de la ciudadanía, aquí, es una clave legal. El ciudadano es el que tiene derecho a la protección del estado. El que no es ciudadano queda fuera de la protección del estado porque el sentido de la política es, en primera instancia, proteger a sus ciudadanos. Para eso se crea la comunidad política, para proteger a los ciudadanos y no a los que quedan fuera.

Éste es uno de los problemas de las comunidades políticas: que pasa con los que quedan fuera? La ciudadanía legal que empieza ya en el imperio romano sería la idea de que el ciudadano es aquel que tiene una serie de derechos y el imperio, en este caso, se compromete a proteger estos derechos dondequiera que esté.

Con el tiempo, en la época moderna, el liberalismo recoge esta idea de ciudadanía y efectivamente entiende que la comunidad política se forma porque hay unos individuos que tienen unos derechos naturales o racionales -lo que ahora llamamos derechos humanos- que son anteriores a la formación de la comunidad y que están de acuerdo en sellar un pacto para crear la comunidad, para que ésta proteja sus derechos. Entonces la comunidad política tiene como tarea proteger los derechos de los ciudadanos y para eso se crea la comunidad política, y para eso ciudadano es aquel al que se le respetan y protegen sus derechos.

Desde esta perspectiva, el liberalismo hace una separación, que sigue hasta nuestros días, entre el estado y la sociedad civil. El estado es el que tiene la tarea de proteger los derechos y de realizar la justicia. La sociedad civil es el mundo en el que hay agrupaciones que persiguen sus intereses egoístas, que buscan su bien y que se mueven en la vía privada. La distinción entre público y privado es: público-estado, privado-sociedad civil. La sociedad civil, que tiene sobre todo una matriz económica, busca el lucro, el beneficio, la satisfacción económica, etc. Mientras que el estado se ocupa de la cosa pública. Cual es la participación del ciudadano? Principalmente la de elegir representantes. El gobierno representativo es la forma de organización económica más adecuada. Los ciudadanos, como tienen derecho político, eligen los representantes y la democracia representativa es la resultante de esta idea de ciudadanía.

Incluso con democracia representativa, cuando uno pone en una constitución: Esto es un estado social y democrático de derecho, que es lo que pone en la constitución española, se compromete a entender como mínimo de justicia los derechos de primera, segunda y tercera generación. Entonces los derechos que tienen que ser protegidos son nada menos que esos. Y lo digo porque es muy importante, en estos momentos de crisis del estado del bienestar, no vaya a ser que algunos derechos que son mínimos de justicia se vayan a quedar en cuestión. Lo que uno no puede decir de ninguna manera es que, como es muy difícil crear trabajo para todo el mundo, es que no hay derecho al trabajo. El derecho al trabajo es uno de los derechos de segunda generación, y cuando uno dice que un estado es un estado social, se compromete a procurar trabajo para todos, porque no sólo es un medio de vida, sino de identificación social y participación en la vida pública y cotidiana de las personas.

La idea de ciudadanía de Marshall, mas bien un socialista, es la siguiente: El ciudadano es aquél que puede exigir que se le protejan derechos de primera y segunda generación, como mínimo.

La otra noción de ciudadanía es política. Mucho se ha hablado, como saben los presentes, de la Atenas de Pericles, también muy mitificada. Fue en el siglo IV antes de Cristo y es el primer momento en que aparece una democracia, aunque fue muy fugaz y duró muy poco tiempo. Después, todo el mundo la ha recordado como si fuera un lugar ideal en el que todos los ciudadanos se reunían, iban a la asamblea, etc. Luego se ha ido viendo que había que pagarles para ir a la asamblea y que no era tan ideal como parecía. Si leen La política de Aristóteles, en algún momento dice que es mejor la democracia de los campesinos, porque como esos tienen que trabajar la tierra van menos a la asamblea y pierden menos tiempo perorando.

Lo que es verdad es que allí nace una idea de ciudadanía que no es legal, sino política, porque el ciudadano es el que participa en la cosa pública. El ciudadano es el que tiene la posibilidad de ir a la asamblea y tomar, con los demás ciudadanos, las decisiones por la cosa pública. No es tanto el que tiene unos derechos que se protegen, como el que asume las responsabilidades y participa. Ciudadano es exactamente lo mismo que hombre libre y éste es exactamente lo mismo que hombre que participa en la comunidad en la que vive. Los esclavos no pueden participar, y por eso no son ciudadanos; las mujeres, obviamente, en la larga historia, no pueden participar; los niños tampoco, esto está más justificado, pero en fin; etc. Así todos estos no son ciudadanos, no son libres, no pueden ni siquiera ir a participar.

Desde la perspectiva griega la idea de ciudadanía es la idea de hombre libre, que es el que participa. Y esta idea es muy importante para entender libertad. Luego, si nos da tiempo, hablaré de tres conceptos de libertad que me parecen fundamentales para este tipo de cuestiones.

La tradición griega, después, recoge todo el republicanismo y se traslada a la idea de que el ciudadano es el que participa en la cosa pública y en ese sentido las democracias estrictamente liberales son democracias individualistas, defensoras de derechos individuales y atomizados. Mientras que una auténtica democracia sería aquella en que los ciudadanos participaran activamente en la cosa pública, que no es necesariamente la cosa política, sino que pueden ser asociaciones de la vida civil. El ciudadano es aquél que participa en la cosa pública, en los asuntos públicos, el que no deja que otros le hagan la vida, sino que hace la vida con otros. Y solamente así se puede producir el paso del yo al nosotros, del que hablaba Hegel.

Allí hay un punto del que habla Benjamin Barber, que a mi me gusta muchísimo y es el siguiente: si uno entiende la vida democrática como una serie de individuos o de grupos de interés y lo más que se puede conseguir en el proceso democrático es equilibrar los deseos contrapuestos de esos grupos de interés, como los grupos de interés tienen intereses distintos, lo que puede conseguir la vida democrática al final, es un equilibrio para que la cosa no estalle y la sociedad, más o menos, se mantenga. Eso sería el ideal de una ciudadanía legal, de una democracia liberal representativa, el conseguir que por lo menos haya un equilibrio entre los intereses.

La otra noción de ciudadanía, la participativa, entiende que la única manera que intereses que parece que estén en conflicto puedan llegar de alguna manera a un acuerdo, es a través de la deliberación. Cual es la varita mágica para conseguir que intereses que parece que estén en conflicto, con el tiempo, vayan llegando a un acuerdo o consenso a través de la deliberación pública? Cuando nos sentamos a hablar sobre lo que nos preocupa, lo que nos interesa, cuando realmente invertimos tiempo en ver qué es lo que quiere cada uno, es la única manera de crear un nosotros. En vez de tener un conjunto de yoes que entran en conflicto, lo cual es malo para todos, lleguemos al final a conseguir el paso del yo al nosotros.

En su libro Democracia en sentido fuerte Benjamin Barber dice una cosa que me gusta mucho y me parece muy bonita: La deliberación es la que permite pasar del yo prefiero esto y lo otro, en clave individualista, al nosotros queremos una sociedad que sea de una cierta manera. Hay que dejar el yo prefiero, porque si cada uno quiere una cosa distinta seguro que entramos en conflictos y acabamos mal.

Si queremos establecer un equilibrio entre intereses en conflicto, vamos a derrochar tal cantidad de energías en gastos de transacción que no es económicamente rentable. Como se ha dicho, yo soy la directora de una fundación de ética de los negocios, que hemos hecho en Valencia, porque creemos que si tenemos que transformar la economía, tendremos que transformarla los empresarios, que son los que, en definitiva, están en la vida pública. Y lo que sabe muy bien cualquier empresario es que gastar energías en gastos de transacción es costosísimo. Un grupo que funciona armónicamente, ahorra dinero y energías. Por eso a mi me gusta decir que la ética es rentable y es una medida mucho más rentable. Cuando la gente coopera, se ahorran muchísimas energías y muchísimo dinero.

La perspectiva de Barber es decir que, si partimos del yo prefiero, puede ocurrir que tengamos que estar todo el día gastando energías en que no se produzcan conflictos. Pero si a través de la deliberación llegamos a una voluntad común, en la que podamos decir nosotros queremos entonces hemos hecho realmente la vida común. Eso es verdaderamente una comunidad, en la que, por supuesto, puede haber pluralismo en cantidad de cuestiones, pero no en cuestiones de justicia.

Aquí es muy importante la distinción, cuando se habla del ciudadano, entre la justicia y la felicidad. Es una distinción que hoy en día manejan todos en filosofía política. En una sociedad pluralista moralmente, hay distintos grupos, con distintas propuestas de vida feliz. Y las gentes tienen distintas opciones de vida feliz. Que es lo que una sociedad tiene que tener en común para que funcione de una manera cohesionada? La noción acerca de lo que es justo. Acerca de la felicidad y qué nos hace felices puede haber distintas opciones, todas muy respetables y personales. Uno de los grandes fracasos de los padres es cuando se empreñan en que sus hijos sean felices de la misma manera que ellos lo son. Y una de las cosas que nunca tienen que hacer los políticos es tratar de hacer feliz a la gente. Yo, si un partido político intentara hacerme feliz, no lo votaría jamás.

La felicidad no es cosa de los políticos, es una cuestión personal que ya me la eligiré yo como quiera. Que es lo que tiene que hacer la comunidad política? Crear esos mínimos de justicia que tienen que ser compartidos por todos. En cuestiones de justicia es muy malo y complicado que haya discrepancias. En vida buena y felicidad, cada uno opta por lo que quiere mientras no perjudique al resto. Pero en cuestiones de justicia es fundamental llegar del yo al nosotros. Porque si no se llega a un "nosotros no queremos que nuestra sociedad caiga bajo unos mínimos de justicia sino que todos estén reconocidos", entonces seguro que habrá gente que será ciudadana de nombre, pero no de verdad. El ciudadano de verdad tiene que ver sus derechos protegidos y además sentirse llamado a participar, de alguna manera, porque una comunidad que le reconoce a uno como suyo, es una comunidad en la que uno quisiera participar.

Desde el punto de vista de esta segunda idea de ciudadanía, la que entiende que el ciudadano es el que participa, el reparto de papeles público-privado se quiebra totalmente porque el tema público es tanto del estado como de la sociedad civil. En ese sentido, creo que es para felicitarse ver que hay una gran cantidad de asociaciones que se van dando cuenta de que lo público es también cosa suya y que se apuntan a realizar tareas públicas. En ocasiones, tratan con la administración para ver si aquello se puede financiar, pero hay una iniciativa de la sociedad civil, que se da cuenta de que aquella distinción hegeliana de que la sociedad es el ámbito de lo egoísta y privado se quiebra porque hay asociaciones civiles que tienen una gran preocupación por lo público. O es con el conjunto de estado y sociedad civil que se intenta conseguir una sociedad justa y cohesionada, o no se puede conseguir en absoluto.

Para ello, cuales serían los valores de los que tiene que disfrutar fundamentalmente un ciudadano y que tienen que ser inculcados o transmitidos a través de la educación formal e informal? Yo diría que son fundamentalmente cinco y no son ninguna novedad, pero es que la verdad, novedades, no hace falta hacer muchas, porque hay muchas cosas ya presentes que son muy valiosas y lo que hay que hacer es ponerlas por obra. La apuesta de futuro es siempre la apuesta desde los valores. Y no lo digo porque sean de ética, porque yo soy funcionaria, y una funcionaria es alguien que tiene el sueldo asegurado, aunque la ética no se llevara yo seguiría cobrando lo mismo. Naturalmente es broma, pero creo que eso da crédito a mis palabras; cuando alguien quiere vender algo, parece que sea porque va a vender más. A mi me da absolutamente igual, yo voy a seguir viviendo, como funcionaria, de mi sueldo, pero lo que si veo y me parece que es claro es que la economía no va a funcionar si no tiene como base unos hábitos de confianza y credibilidad. Las sociedades no funcionan sin unos hábitos de confianza y credibilidad. El mismo Fukuyama lo dice en su último libro Confianza.

La economía no funciona si yo no puedo firmar un trato y saber que el otro va a cumplirlo. Pero yo no me puedo fiar de un político que no me inspira ninguna credibilidad. Y no me puedo fiar de un docente que no me inspira ninguna confianza, ni de un médico que me da horror porque no sé lo que va a hacer. No funciona la sociedad sin valores. Sin credibilidad y confianza mutua, y eso se crea y se hace, no funciona ni la economía, ni la política, ni la docencia, ni la sanidad, ni absolutamente nada. Esos valores son la trama sobre la que se tejen todas nuestras actividades sociales, y sin eso se va todo al traste. Si hay que pedir algo al siglo XXI, es que podamos hacer una base de confianza y credibilidad, y más en tiempos globalizados, en los que hace falta como nunca.

Los valores del buen ciudadano, si se le quiere llamar así, serían fundamentalmente la libertad, la igualdad, la solidaridad, el diálogo y el respeto. Y ahora hablo de cada uno de ellos y me parece que no me dará tiempo a mucho más.

La libertad es uno de los valores que más entusiasma de la humanidad, se han hecho grandes revoluciones por la libertad, y es un valor que tiene tres acepciones, por los menos, en el mundo occidental. A mi me parece muy importante recordar esas tres acepciones, porque en nuestras sociedades se están viviendo de una manera muy desigual. La primera idea de libertad sería la entendida como independencia. Si conocen ustedes la conferencia famosa de Benjamin Constant La libertad de los antiguos comparada con los modernos dice que los modernos, es decir siglo XVI-XVII entienden por libertad ...

La libertad entendida como independencia es una de las conquistas del mundo moderno que, sobre todo, en principio nace en la economía. Tenga usted, en el ámbito económico, una parcela en la que no interviene el estado, en la que no intervienen los demás y usted es libre si puede moverse por allí libremente. Pero también es la parcela de la familia, de la vida privada, en la que yo tengo que tener mi lugar de no interferencia en el que también poder actuar.

La verdad es que en los países latinos se ha conservado bastante esta idea de independencia en la vida privada. Parece que en los anglosajones no se ha conservado tanto, porque cuando vienen críticas, efectivamente todo el mundo sonríe. El caso Lewinski, y otros, dan la impresión de que allí hay una interferencias clarísimas entre vida privada y vida pública y uno se queda bastante asombrado de qué es lo que acaba ocurriendo. Pero si que se entiende que uno es libre cuando tiene un ámbito de independencia y conquistar la libertad es conquistar independencia.

Yo creo que hoy en día esa idea de libertad es la más valorada. Si vamos a pensar en los jóvenes, que son el futuro, en muchas ocasiones entienden como libertad la independencia. Entienden que no son libres porque no les dejan salir y volver a la hora que quieren. Se entiende por libertad el hecho de no haber prohibiciones de hacer cosas. No sólo es cosa de los jóvenes, que por supuesto lo entienden así, sino de los adultos, que muchas veces entienden como libertad el dejarles hacer.

Evidentemente tener la libertad de que le dejen a uno hacer es fundamental y las primeras libertades básicas: de expresión, de asociación, de reunió, etc. tienen que ver con esa idea de libertad. Es una idea de libertad que yo creo que está muy valorada en nuestras sociedades, muy valorada, hasta el punto que yo creo que la gente es la que más valoran.

Hay otra noción de libertad: la libertad entendida como autonomía; así la entiende la tradición kantiana. Quien es libre? Libre es el que es capaz de darse a si mismo sus propias leyes. Libre es aquel capaz de forjarse su propia opinión y dirigirse según su propia opinión. Libre es, como decía al principio, el que no quiere ser súbdito en la vida colectiva, sino que quiere ser su propio señor y el protagonista de su vida. Esta libertad, la verdad es que suena hermosísima, pero a la hora de la verdad si hiciéramos un análisis veríamos que la gente preferimos muchas veces dejar que hagan otros, dejar que nos hagan, antes que tomarnos la molestia de asumir el protagonismo de nuestra vida. Porque eso es pesado y costoso. El asumir el protagonismo es mucho más costoso que dejar que hagan otros, dejar que decidan otros y que incluso apuntarse a una tertulia radiofónica y así busco al que me adoctrina. Es más fácil buscar una directriz a seguir. Es muy difícil la libertad entendida como autonomía y sin embargo parece que es el mayor hallazgo de la humanidad en la modernidad.

La tercera idea de libertad es la entendida como participación, que es la que yo antes mencionaba como propia del mundo griego. Quien es el libre? El que participa con otros en las decisiones colectivas, el que no deja que en su comunidad se tomen decisiones sin ir él también a participar. Respecto a la idea de participación yo tengo que decir una cosa que me parece que es fundamental, creo que las tres ideas de libertad son necesarias. Hay que conseguir un ámbito en el que no se interfieran, sino que uno pueda expresarse. Hay que conseguir ser el protagonista de la propia vida y hay que serlo en la vida colectiva con otros, participando activamente en el nivel de las asociaciones y de la sociedad civil, y al nivel del estado, participativamente. Pero también tengo que decir que las asociaciones y las instituciones tienen que procurar que la participación de las gentes sea significativa. Porque si hay alguien que está en minoría no tiene una participación significativa. Esto pasa en mi departamento, donde los de ética somos minoría y por lo tanto ir al consejo de departamento es perder el tiempo. Cuando uno se siente minoría, estructura o persona, que haga lo que haga va a dar lo mismo, cuando uno se da cuenta que su participación no es significativa, no tiene nada de raro que la gente, al final, se desencante, se frustre y no quiera participar. Por lo tanto, hay que cuidar mucho, no decirle a la gente: Es que ustedes no quieren participar, es que si la participación no es significativa es irracional participar. Esto hay que saberlo. Los alumnos de mi facultad no votan para ir a los consejos de departamento, es que ni se presentan. El año pasado sólo se presentó uno y luego, el día que había las elecciones no vino a votarse; no pudo salir porque no tuvo ni su voto. Claro alguien puede decir: Pero como es la juventud de hoy en día. No! Es que a mi me cuesta muchísimo decirle qué es lo que va a ganar viniendo al consejo de departamento. Es que no va a ganar nada, va a perder el tiempo miserablemente. Nadie le va a hacer ningún caso.

Es un ejemplo más de que la participación tiene que ser alentada, en el sentido que tiene que ser significativa, porque sino lo racional es que la gente no participe.

El segundo valor es la igualdad. Obviamente es fundamental en el concepto de ciudadanía. El ciudadano es siempre ciudadano igual, aunque parezca mentira. En cuanto a ciudadanos, son todos iguales. La idea de ciudadanía lleva aparejada la de igualdad. Las ideas económicas, de inteligencia, etc. no llevan aparejadas la idea de igualdad. Hay personas más o menos inteligentes y gentes con más o menos posibilidades económicas, pero la idea de ciudadanía quiere decir aquello en lo que todos son exactamente iguales, exactamente iguales en tanto que ciudadanos. No solo en tanto que la ley los iguala a todos, sino en que tienen que tener igual capacidad para la participación. Las ideas de ciudadanía e igualdad van estrechamente ligadas, pero no le puedes decir a una persona que es un ciudadano igual, si económicamente las desigualdades son terroríficas; o que en cuanto a las oportunidades las desigualdades son tremendas. Todos los presentes saben que los seres humanos estamos sometidos a la lotería natural y la lotería social. La lotería natural quiere decir que a cada uno le cae las capacidades que le caen, y la lotería social quiere decir que cada uno nace en el medio que nace, en ambos casos no lo ha elegido.

La idea de tratar de evitar, resarcir y equilibrar esas loterías sociales y naturales es un elemento fundamental para un ciudadano. No hay ciudadano de ley que no se de cuenta que esas desigualdades no queridas en absoluto, no pueden ser mantenidas en una sociedad que quiera ser una auténtica comunidad que los acoja a todos como ciudadanos. Por lo tanto esas loterías naturales y sociales tienen que ser muy resueltas a nivel redistributivo, de igualdad de oportunidades y de todos estos mecanismos que están presentes.

Y además a través de un mecanismo que a mi me parece clave y que nombra un autor que se llama Michael Wolser y que me parece muy interesante: En las sociedades hay que evitar que existan bienes predominantes, hay que evitar que exista aquel tipo de bienes que cuando uno los posee puede tener todos los demás. Esto, a lo largo de la historia, ha ido cambiando, en ocasiones ha sido el poder religioso, en ocasiones ha sido el poder de la sangre, puede ser el poder económico o el político. A lo mejor uno, con bienes de fortuna puede comprarse un cargo en la política, puede comprarse una esposa joven, o un varón joven, puede comprarse salir en las revistas del corazón, etc. Si hay algún tipo de bien que teniendo éste se pueden tener todos los demás, está claro que una sociedad va a ser radicalmente desigual.

Hay que evitar sociedades en que pueda haber bienes predominantes. Tiene que trabajarse para aquellas sociedades en las que todos puedan tener un reconocimiento en alguna de las esferas sociales, que todos puedan verse reconocidos. Lo que no puede ser es que alguien pueda tener un doctorado honoris causa por motivos económicos o por motivos políticos. Yo siempre digo que para reconocimientos de ese tipo se le hace a uno fallero de honor. Y se le da el bunyol d’or y se ha acabado. No se puede hacer, porque es mezclar campos. Si han asistido a alguna concesión de un doctorado honoris causa sabrán que es una ceremonia preciosa, en la que se da a alguien el guante de la pureza. Y estás viendo a ese señor y piensas: Que guante de la pureza y que tendrá que ver con todo eso?.

Vamos a ver si en las esferas, en vez que haya bienes predominantes que con uno se puedan comprar todo lo demás, podamos mantener las esferas por separado.

La solidaridad es una de las cualidades del ciudadano sin que una sociedad no funciona como sociedad democrática. La solidaridad tiene la gran ventaja y la gran belleza que no se puede imponer de ninguna manera, sino que es algo que se hace por gratuidad y por abundancia del corazón. Pero eso es muy importante también en la economía humana. Que exista la gratuidad, la abundancia de corazón, la voluntariedad y no exista solo la norma, la prescripción y la obligación.

La solidaridad es fundamental para que una sociedad funcione democráticamente porque como hay lotería natural y lotería social, como las gentes no son igual de inteligentes, como las gentes no son igual de capaces y además todos tenemos periodos y siempre se necesita ayuda, es fundamental que exista solidaridad para que una sociedad pueda funcionar de tal manera que todos sean ciudadanos iguales. Pero no sólo la que se llama solidaridad a la baja, que es la idea romana, que es preciosa, de que es solidario aquél que, cuando hay que pagar una deuda y el que tiene que pagar no tiene dinero, sale otro por él. Es la idea de solidaridad más antigua y me parece extraordinaria. Alguien tiene que pagar una deuda, no tiene dinero y el solidario es el que sale por él. Ésta era la idea, dentro del derecho romano, de quien es solidario. Pero hay otra noción de solidaridad que es fundamental, la llamada solidaridad a la alza. Es de la que hablan los economistas y los empresarios. En una empresa es solidario el que explota hasta tal punto sus talentos que eso repercute en el bien de toda la comunidad. Cuando alguien tiene una serie de talentos y en vez de desarrolarlos para su propio y exclusivo beneficio, egoístamente, trata de explotarlos para que redunden en el bien de la comunidad, ese es un tipo de solidaridad al alza. Que funciona de una manera diligente. En mi último libro yo preconizaba un tipo de razón, la razón diligente, que es la razón que desde el aprecio y la estima trata de discurrir qué cosas hay que hacer. En este sentido la solidaridad al alza iría de ese lado.

Uno de los últimos dos valores que me quedan es el diálogo como medio de resolución de conflictos. Los conflictos se pueden resolver por la autoridad, porque lo digo yo o lo dice el otro; por la imposición; o por el diálogo. Esto habría que aclararlo muchísimo pero, en principio, creo que el ciudadano es alguien que es, básicamente, dialogante. Alguien que no apuesta de entrada ya por el criterio de autoridad. El ciudadano, cuando hay un conflicto se presta al diálogo.

La última virtud se suele decir que es la tolerancia. A mi la tolerancia me gusta mucho más que la intolerancia. Pero la tolerancia sola, la verdad es que me cae un poco antipática porque en ocasiones me da la sensación de que es más bien indiferencia o impotencia. A veces, cuando uno no puede hacer otra cosa, pues dice que es tolerante. Tienes amigos que tienen hijos y dicen que con ellos son muy tolerantes porque no les queda otro remedio. La tolerancia, a veces, es la impotencia de no saber que otra cosa se puede hacer.

Después está la indiferencia. Mire, piense usted lo que quiera mientras no me molestes y ese es el límite. Por eso a mi me parece que es mejor abonar el respeto y el respeto activo. Éste consiste en, activamente, darse cuenta de que aunque una persona tenga unas posiciones distintas de las propias, uno está dispuesto a respetarlo y además a luchar porque pueda mantener su posición aunque no sea la que uno comparte. Siempre que sea una posición que no vaya en contra de los mínimos de justicia, porque entonces no es una posición respetable.

Bueno, yo creo que esos son los grandes valores y creo que la gran clave de la ciudadanía sigue siendo el principio básico que anunció Kant hace un par de siglos: No instrumentalizarás y respetarás activamente a los otros, cuando hacía la afirmación que todo ser humano es un fin en sí mismo y que no puede ser jamás tratado como un simple medio. Por eso decimos que tiene dignidad y no precio.

En un mundo en el que todo está mercantilizado y todo se convierte en mercancía hay una afirmación de que hay cosas que no tienen un precio porque no tienen un valor de cambio, porque no tienen un recambio; que no se las puede intercambiar por nada porque no tienen precio, sino dignidad. Creo que esa es la clave de cualquier ciudadano que se da cuenta que la dignidad ajena y propia es lo que tenemos que ir trabajando, como se está trabajando desde hace algún tiempo en la ciudad de Sabadell. Me alegro mucho de saber que somos muchos los estamos en el mismo tajo.

 

Parla el presentador

Muchas gracias profesora Cortina. Le agradezco que se haya extendido más de lo que le habíamos pedido.

En cualquier caso, ahora si, que si le parece bien, abriríamos la posibilidad de un turno de palabras. Tendríamos unos veinte minutos para hacer algunas preguntas.

Anar al torn de paraules

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